Ahora que son vacaciones, dedico mi tiempo a
pensar constantemente. Es inevitable.
Siempre acabo pensando, aparte de en mis
problemas, mis amigas o mis preocupaciones, de ese chico tan especial para mí.
No es que esté mal por él, porque la verdad es que estamos acercándonos mucho y
estoy contenta. Pero la verdad es que hay algo dentro de mí que me dice que
chicos como él, nunca se fijan en chicas como yo. Lo sé, es la típica frase que
se suele decir, pero en mi caso siento que es verdad. Él es de esa típica
cuadrilla de muchos chicos, los más divertidos y locos del insti. Luego estoy yo, con mi grupo de
amigas más bien diferentes, que no son muy populares. Se podría decir que somos
los normalitos. Y no me malinterpretes, a mí me encanta porque siento que es
el lugar al que pertenezco y con ellas puedo realmente ser yo misma. A parte de
que tienen las mismas ideas que yo y no son las típicas que beben y fuman. Pero
es como si, a pesar de estar en la misma clase y estar haciéndonos amigos, hay
una especie de barrera que nunca podremos cruzar. Siento que soy una más. Él
habla con muchas. ¿Qué me hace a mi diferente? En cierto modo, no lo soy. Y a mí
me encanta que me diga cualquier tontería o tener cualquier excusa para
hablarle. Me encanta bailar con el. Y, cada vez que me dice algo, me da un vuelco el corazón.
Pero es como si ese peso siempre estuviese ahí, hundiéndome. Cuando algo podría
llegar a indicar que le gusto, veo otros diez motivos para pensar lo contrario.
En estos momentos odio ser la chica tímida que jamás en la vida se atrevería a
pedir salir a un chico. Pero es lo que hay, yo soy así y el que me quiera
tendrá que quererme así, con sus pros y sus contras.
¿Qué debería hacer? Nunca parezco encontrar
respuesta a esa pregunta.
Tontas vacaciones...
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