Hoy me he acordado de ti. No es nada nuevo porque lo hago casi todos los días. He empezado a sentir algo en mi interior, un vacío que sé que nadie podrá ocupar. Y me duele pensar en ti, en los momentos contigo. Me duele porque no entiendo qué hice para que no pudiésemos ser amigos. No entiendo por qué ninguno dio el paso y dejó de lado el orgullo. Siempre discutiendo, siempre mirándonos cuando creíamos que el otro no se daba cuenta, siempre pendientes del otro, pero siempre alejados. Siempre pensé que algún día vendrías y hablarías contigo, sin insultos y sin tus amigos delante. Siempre confié en que algún día ambos maduraríamos y nos atreveríamos a dar el paso, a conocernos. Pensé que solo era un juego. Hoy me doy cuenta de que ya te has ido, de que nunca volverás. Me doy cuenta de que algún día, sin que yo me diese cuenta, maduraste, cambiaste y dejaste de lado esos jueguecitos. Dejaste de ser el niño que se divertía con migo y que me chinchaba, dejaste todo eso a un lado. Y yo dejé de importarte. Dejaste de estar ahí, dejaste de molestar, dejaste de mirarme a lo lejos. Y yo, que pensaba que te odiaba y que todo esto no me importaba, me di cuenta de que me dolía. Y ahora, cada vez que te miro y tú no lo estás haciendo, algo en mí se rompe.